ARANCHA GOYENECHE
(Santander, 1967)
Lleva tiempo trabajando en la pintura por medios no convencionales. Fue crucial que se cruzarán en su camino las cintas de vinilo autoadhesivo. Este material deriva de modo inmediato hacia la geometría, la restricción cromática y la planitud. Además, ha sumado con éxito a sus obras los tubos fluorescentes, aportando cualidades espaciales inéditas, introduciendo la luz como actor. Pero detrás de todo ello se halla el recuerdo de la naturaleza, del paisaje, las propiedades de la memoria visual, ese tipo de impresiones que no sabe satisfacer la mera representación. Las limitaciones autoimpuestas se reconducen en sus exposiciones a una intensificación de los sentidos. Las secuencias de tiras de color codificado, con sus leves alteraciones angulares juegan con la percepción, pero también con la memoria afectiva.
Agradecimientos: Galerías Siboney (Santander), Set
Espai d’art (Valencia) y Llamazares (Gijón)
JOSÉ GUERRERO
(Granada, 1979)
Es uno de los fotógrafos imprescindibles del momento. Su trabajo ha ido entregándose en sucesivas series cada vez más depuradas. Le interesan, dice, “los lugares que forman parte de nuestro imaginario colectivo”. Paisajes, arquitecturas, pero también iconos culturales. La serie BRG arranca en 2019 e invita a la confusión de géneros. Parece, de primeras, un ejercicio pictórico más que fotográfico, construido con planos limpios de color, en los que las sombras delatan el espacio y el tiempo, y geometrías fuera de plano. Es un homenaje a la arquitectura del mexicano Barragán. Guerrero comienza fotografiando in situ los edificios, pero pronto pasa a trabajar sobre maquetas, fabricadas por él mismo. Esto suma un factor de ficción a estas geometrías. Remite también a esa afinidad entre abstracción pictórica y arquitectura planteada por las vanguardias clásicas, pero resuelta ahora desde la conciencia de la propia arquitectura como disciplina poética y fabuladora.
Agradecimiento: Galería Alarcón Criado (Sevilla)
CRISTINA SILVÁN
(Pamplona, 1975)
Su geometría siempre ha sido un territorio habitable.
Los colores planos adquieren la condición de personajes. Las formas nos resultan viejas conocidas.
No obstante, se impone una complejidad creciente, que introduce lo narrativo dentro de lo abstracto. Los límites de la pintura se traspasan de continuo, recurriendo al volumen, y además, en sus obras conviven sombras reales y fingidas. Las líneas adquieren una condición fantasmal cuando se pierden en el mismo color del que están hechas y ya sólo persisten en la imaginación. Es toda una teoría de los límites la que se plantea en sus últimas propuestas.
Un ejercicio de equilibrio que parte, de modo irreversible, del desequilibrio, del accidente y al que se responde con un orden reinventado en cada nueva obra.
Cristina Silván se encuentra cómoda creando inquietud visual en el espectador, interactuando en los espacios. Y tal como volverá a demostrar en esta exposición, es también amiga de las intervenciones específicas.
Agradecimiento: Galería Antonia Puyó (Zaragoza)